Mi vida errante

cha cháaaan

viernes, diciembre 10, 2010

Distraído

Sí, aún sigo pensando que un día puedo salir atropellado.

Me pasa cuando estoy distraído con algo, pero a veces mi distractor es algo increíblemente absurdo: en una de esas (el martes o miércoles) venía caminando por una avenida de relativa alta velocidad comiendo un chocolate y venía viendo y disfrutando el chocolate mientras cruzaba. Yo sé que eso es incorrectísimo, debería estar atento. Cuando me di cuenta de que debía poner atención en la avenida, descubrí que efectivamente el semáforo estaba en verde y que había un carro que se aproximaba algo rápido, entonces corrí los pocos pasos que me faltaban y pensé "muy bien".

Hace rato me crucé la calle bien campante al bajar del autobús. Es cierto que no suele haber muchos automóviles en la dirección que pudiera perjudicarme, pero aún así debería fijarme.

Hay quienes seguro pueden dar fe de cuestiones similares.

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miércoles, diciembre 08, 2010

Maruata

o de cuando fui a Michoacán y, como cuando fui a Monterrey, sobreviví

Poco después de llegar de Vallarta, consideré ir a mi casa para el puente de noviembre (3er lunes de noviembre). Sin embargo, al ver los costos, lo consideré de nuevo, un cuate había dicho que debíamos ir a la playa para ese fin de semana cuando yo aún pensaba en mis terruños y, por ende, lo había dejado en "no sé, quiero ir a mi casa". Otro cuate había dicho que esta playa, por otro lado es muuuuy barata. Después de darle unas vueltas al asunto y ver la cantidad de dinero que necesitaba para ir a Villahermosa, decidí que mejor sí me iba a la playa: ir a Maruata me costaría cuando más la mitad de los costos de los boletos de avión y autobús para ir a Villahermosa. Así pues, decidimos ese fin de semana (13-16 de noviembre de 2010) ir a Maruata, cerca de Tecomán.

Varios se anotaron para el viaje. Al final íbamos un cuate y tres amigos suyos. El día anterior a nuestra partida quedamos que mi cuate pasaría a las 7 de la mañana. Así pues, el viernes me fui al súper a comprar algunas cosas que suponía me harían falta (una pistola de agua, una lámpara y unos goggles) y al llegar a mi casa hice mi maleta y me dormí.

Me desperté temprano el sábado 13. José pasó un poco retrasado, pero temprano. Pasamos a casa del Gordo y luego a casa de un tal Daniel. Íbamos cinco. Paramos en la salida de Guadalajara a comer tortas ahogadas. Sí, lo admito, yo no la pedí con salsa picante, y aún así me enchilé un poco. Seguimos nuestro camino. Paramos seguro en algún baño. La parada obligada era Tecomán. En Tecomán nos surtimos de comida ligera, botanas y bebidas. Los taxis en Tecomán, por cierto, son del mismo color que los de Tabasco (amarillo chillón). También compré un helado en tecomán.

Admito que me dio como un leve miedo cuando cruzamos la frontera de Michoacán. Ahora nos internábamos a un estado con fama de violento. En algún punto cruzamos un retén militar y luego uno de la Marina. En el de la marina me impresioné un poco al ver que pararon a unos policías municipales para revisar.

El último retén estaba muy cerca de la playa.

La Llegada

Bien, las playas están en una comunidad náhuatl, son como pueblos sin ley. Por cada playa hay un pueblo, donde rige la ley de la comunidad. Dos personas por separado nos dijeron (respecto a un robo) que no se nos hiciera raro que un día el tipo amaneciera colgado por ahí.

En fin, atravesamos el límite del gobierno de la República y eventualmente llegamos. Buscamos donde acampar, armamos las tiendas y bueno, lo que se hace en una playa que está en un pueblo donde no hay naaaada: nos sentamos o acostamos a ver el mar.

Creo que después de un rato me metí al mar solo para probarlo, porque me habían dicho que no era muy tranquilo. Efectivamente. La playa estaba bajita, excelente, y las olas eran medio fuertes, normal. La resaca era más fuerte que en otras playas que he conocido.

Cuando cayó la noche fuimos a buscar algo de comer. Sí, la comida hecha en Maruata NO es, definitivamente, nada barata. Lo entiendo de los camarones, que son llevados desde Manzanillo, pero el pescado que sacan ahí, lo venden en alrededor de cien pesos, lo mismo que un restaurante en cualquier parte del país. Esa noche yo cené una hamburguesa de camarones y un agua de naranja.

A la vuelta jugamos dominó y, eventualmente, convencimos al dueño del lugar (don Librado) para que pusiera la pelea de Pacquiao y Margarito.

La Pelea

No puedo decir mucho más de lo que han dicho los medios deportivos. Pacquiao le metió una reputiza al pobre Margarito. Para ser honesto, a pesar de que lo intenté, después del 9 no recuerdo mucho más que a Pacquiao evitando pegarle a Márgaro y a Márgaro hecho pedazos. Creo que eso pasó, pero yo sólo intentaba no dormirme. Al final pasó lo que tenía que pasar, bueno, no, el referee debió detener la pelea.

Una amiga le iba a Margarito, esencialmente porque por alguna razón odia a Pacquiao. XD, una pena que ganara, una pena que Margarito subiera así, no fue rival.

Domingo

Pues como no se podía detener el tiempo, despertamos el domingo. Ni pedo. Yo me levanté hasta que el calor en la casa de campaña era insoportable. Ese día me metí al mar muchas veces, unas cinco, seis, cada que me secaba, prácticamente. Ese día comprobé que los Maruatenses son en extremo ¿flojos? Salí del mar y me puse a buscar un restaurante donde pudiera comprar pescado fresco. Nada, las tres de la tarde y todos los que están en la playa estaban cerrados. Había dos. Uno estaba atascado de gente "iii es que fíjate que hoy no llegó nadie a trabajar, entonces estoy sola y tendrías que esperar mucho" (cabe destacar que el día anterior hubo una boda en el pueblo, entonces todos cerraron todo más temprano y el domingo no muchos trabajaron). Decidí no esperar y me fui con otra señora. Esa señora era una gooooooorda la pobre cuyo hijo bebía una botella de pepsi. Ella me dijo que sí.

-¿Y qué preparan?
-¿Lo que quiera joven?
-Bueno, ¿cómo prepara el pescado?
-Como quiera, usted nos dice.
-¿a la diabla, mantequilla...?
-Usted nos dice.
-Bueno, pues, frito.

Un rato después se paró la señora y decidió empezar a hacer mi comida. Yo tenía un chingo de hambre. Esperé, esperé, esperé, esperé, me dijeron "si quiere vaya y luego se lo llevamos, díganos dónde está" y ps para ese momento aún no sabía que nuestro rentero se llamaba Librado, pretendí darle una descripción, pretendió entenderme, me quedé.

Eventualmente salieron mis pescados fritos con ensalada y papas fritas. Me supieron a gloria esos dos huachinanguitos.

Seguro comí y un rato después me metí al mar. Otro rato después fuimos a caminar. Caminamos por la playa y llegamos a un estero, seguimos y llegamos a otra playa, donde había dos cuevas donde el mar entra por un lado y sale por el otro. Llegamos a un punto donde seguro cuando es temprano uno puede cruzar a la siguiente playa, pero a la hora a la que llegamos (alrededor de las cinco y media) la marea ya estaba digamos riesgosa. El problema principal consistía en que de un lado estaba el mar y del otro un muro de piedras y que el mar a veces llegaba con calma pero en otras seguro podía azotarnos feo con las piedras. Decidimos no ir. Dimos la vuelta y regresamos.

A la vuelta no hicimos mucho, así como no lo hicimos en todo el viaje. :D, acostarse en la hamaca o en la arena, no hay mucha más vida en Maruata. :D Yo fui a escribir un par de correos que sentía necesidad de escribir. Fui al "Dedo de Dios", el ciber del pueblo, lo hice y regresé.

No mucho después fuimos a cenar tacos de carne asada, grasosísimos, y regresamos. Gerardo prendió una fogata.

Jipis

Después de años y años de estudio he llegado a la conclusión de que a los jipis son atraídos por el fuego y que, al verlo, sienten la necesidad de tocar un tambor.

La cuestión es que en cuanto prendió la fogata, se acercaron un jipi y su amiga/novia española y nos dijeron "¿podemos juntarnos en su fogata?", obviamente no hay problema con eso. El jipi se paró y fue a la casa de campaña de los vecinos y pidió un ____ [término jipi para tambor] y regresó contento a tocarlo. Una situación bastante chistosa, sobre todo porque cuando pidió el tamborcito, los dueños le dijeron, ¿la qué? y repitió el término, hasta que uno de los dueños entendió y dijo "ah, el tambor". XD

Y ahí estábamos tres de nosotros, y tres de ellos. Gerardo tuvo la increíble ocurrencia de preguntarle a la chica "¿y estás aquí por trabajo?" cuando a leguas se veía que andaba pasando la vida :P, obviamente la chava dijo que no o "por cosas de la vida". En fin, una fogata muy entretenida, pero en cuanto se empezó a apagar la fogata, también empezó a cesar el tambor, hasta que quedó poco fuego y la banda dijo "bueno, pues ya nos vamos, mucho gusto".

Luego de un rato pretendimos hacer quesadillas. Un fiasco, entre la arena de las tortillas que yo sabiamente puse en el suelo (estaban sí en una bolsa, sí en papel de tortillas, pero no deja de de ser una imprudencia), lo poco que calentaba el fuego, que era suficiente para hacerlas, pero con el viento no duraban naaaaaaaaaaaaada calientes. Nos fuimos a dormir. El Gordo había cumplido su promesa de arreglar la casa donde nos quedábamos José, él y yo.

Lunes, ni pedo

Seguro mi día empezó con un "ni pedo, ya es lunes". Me levanté y caminamos casi todos hacia la casita donde según guardan a las tortugas en un esfuerzo que lleva a cabo la comunidad para apoyarlas. El esfuerzo real es que en la comunidad NADIE anda escarbando en busca de los huevos de las tortugas. El de recolectar las tortuguitas que no se mueven mucho en la mañana, llevárselas al cuidador borracho-pasado que las libera en la tarde ya que son más ágiles, es un extra, supongo. En el camino vimos algunas tortuguitas en su vuelta al mar, con esa tenacidad que las distingue. Ya casi llegan y el mar las devuelve a la playa, hasta que finalmente entran.

Después de la caminata volvimos a quitar las tiendas. Vi un cangrejo ermitaño. Tenía mucho de no ver uno. Pagamos. Rumbo al carro me encontré DOS PESOTES. Los guardé.

Faro de Bucerías

Habíamos acordado ir a Faro al menos un día a conocer. Lo hicimos el lunes. Puedo decir que el pueblo está más desarrollado y que la gente si ve el asunto como un negocio. La playa está bonita, como quiera yo volvería a acampar en Maruata. La arena es menos fina y el mar es mucho más abierto. Profundo y con más olas. Hay que estar al tiro para que no le vaya a pasar nada a uno.

Estuvimos alrededor de tres horas en la playa, y una más o dos en lo que comimos y nos bañamos.

Comí como rey. Pescado a la mantequilla. Buenísimo. Caro, también.

La Vuelta

No hay mucho que decir de la vuelta, sólo paramos a alguno que otro baño, vi una discusión medio fuerte de una doña con la dependiente del oxxo, porque esta no tenía cambio y le dijo a la señora que no tenía cambio y la señora le reviró con "no es mi problema". El oxxo estaba atascado de gente. Dormí buena parte del camino.

Llegué a mi casa cerca de la medianoche, fastidiadón por el viaje, pero muuuuy contento. Playa.

Sí, si mueren de curiosidad respecto al costo de mi viaje, el todo me salió en menos de 1/3 de lo que me hubiera gastado solamente en pasajes de ida y vuelta a Villahermosa.

El día que me case mi esposa deberá saber que me puede tener contento con estar en la playa o cerca. Vaya, si no le gusta viajar podemos vivir cerca de la playa. ja.

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miércoles, diciembre 01, 2010

El Pescado

Nunca suelo hablar de comida, pero esta lo valió. De nuevo he empezado a cocinar con frecuencia. Llevo alrededor de dos meses y medio haciéndolo. En esta ocasión cociné pescado (filetes de bagre) con jalapeño, cebolla, orégano y mucha mantequilla. Hace dos semanas hice pescado con cebolla y mucha mantequilla y quedó muy bueno, pero esta semana pretendí que supiera más o menos como un pescado que hizo una vez mi papá, que no sé qué llevaba, pero tenía un ligero sabor a jalapeño. Más bien, eso quería emular, el dejo de jalapeño.

Así pues, tomé los filetes (dos días distintos) y medio freí la cebolla, primero con aceite para acelerar el proceso y luego que ya estaba un poco avanzada, con mucha mantequilla. Un rato después eché un jalapeño fresco, partido por cada tres filetes.

Después de dejar un rato el jalapeño, eché orégano con lo que había.

Después ya, eché los filetes. Mi intención original era comerlos en filete, pero como puse los tres al mismo tiempo, se fueron rompiendo hasta que ya fue mejor mezclarlo todo. De cuando en cuando echaba algunos cubitos de mantequilla.

En la segunda ocasión sí los cocí individualmente, pero descubrí que sí era mejor revolverlos todos, se impregnaron más. Individualmente ponía los filetes sobre una cama de cebolla-jalapeño-orégano y luego los tapaba. Luego de un rato los ponía abajo de la cebolla-jalapeño-orégano y tapaba. Tomaba un buen rato.

REALMENTE ese pescado quedó bueno. Sabía como quería que supiera. Con un poco de sal y limón, o sólo con sal (como pudieron notar, cociné sin sal, sí le eché pimienta, pero lo normal y no se sentía) sabía buenísimo. El martes que fue el primer día que comí ese pescado, me sorprendí de lo bueno que estaba. Acabé de comer y no me moví. Estaba impresionado.

No, no sé qué le haya echado mi papá en su momento, pero el sabor de jalapeño se sentía, como quería, y se mezclaba con los demás. Eché el jalapeño y lo que pensé que sabría bien.

En fin, igual y un día vuelvo a cocinarlo. Estaba muy muy bueno, y como dije, resultó mejor en trozos porque se impregnó más, pero aún así el del jueves y viernes estuvo también muy muy muy bueno.

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