Mi vida errante

cha cháaaan

miércoles, julio 14, 2010

Templanza

En general, hay dos maneras de perder y ambas las he conocido en la vida, y pese a todas las veces en que he perdido en algo, lo que sea, no me gusta perder. Sé cual me gusta menos: enojarme y jurar no volver a jugar al billar, que para algunos es patear la mesa, llevarse el balón, renegar de todo y todos. La otra, la digna, consiste en guardar todos tus impulsos, levantarte del juego, sonreír y felicitar al ganador. A priori es más desagradable, pero en el tiempo es la mejor, quizá no te rías de ella cuando la veas a toro pasado -siempre será más jocoso recordarte diciendo que fue el árbitro, o que no les marcaron, pero si de algo estoy convencido es que no te avergonzarás de eso mismo.

Con el tiempo, creo, empecé a medirme un poco más, y a perder de buenas aún teniendo ese Odio terrible por la derrota, sí, aún cuando pierdo en un arte que no domino la situación me corroea, pero lo mejor es, al final, una sonrisa, "he de ganar experiencia". Te levantas, sonríes, felicitas a los implicados y buscas ser objetivo al opinar. No escuchar, en esa ocasión al sentimental-impulsivo, que en esos momentos se vuelve el yo amargado y nefasto.

Así pues, cuando se aparecen esas parejas de desilusiones, lo que queda es sonreír, bromear, dar las gracias y levantarse de la mesa, así el estómago pida a gritos la solución a tus preguntas. Escucha al yo razonable, que para triste mal siempre tiene razón, pero que en esas situaciones es bueno que la tenga.

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